TENDENCIA-TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN




Apuntes y opiniones sobre la teología de la liberación.
Por. Diego T. Ramírez.
Ciencias sociales.
Universidad del Quindío.
 








“No hay un arca de Noé que salve a algunos y deje perecer a los demás. O nos salvamos todos, o perecemos todos.”
Leonardo Boff.

Teólogo de la liberación.


A mediados de la década del 60, en el seno de la iglesia católica se gestaba entre algunos jóvenes sacerdotes variopintos y quizá radicalizados el ánimo de dudar de las buenas intenciones de las viejas doctrinas de la fe cristiana, doctrinas anacrónicas y ajenas al contexto circundante, ciegas a las demandas sociales, indiferentes al inmenso atraso socio económico y político del mundo cristiano sobre todo establecido en Latinoamérica, el continente agobiado por la inequidad, la incertidumbre, los atropellos y desmanes de unos y otros en el marco de una gran convulsión política que partió el mundo en dos al término de la segunda guerra mundial.


Tiempos de misiles nucleares, de burgueses y comunistas, de paz y amor, de fusiles y rosas, tiempos de invasiones norteamericanas por todo el globo, de movimientos sociales, tiempos de Patria o muerte, días de endiosar la revolución Cubana, y a los mártires sacrificados en la lucha social como J. Arbenz, M.L. King, M. Gandhi, C. Torres, E. Guevara y más tarde incluso S. Allende. Algo de eso permeó algunas mentes en las facultades de filosofía, pedagogía y teología. 

Agitaciones sociales en todo el continente por un cambio de orden, que la iglesia católica como es una constante en sus ya 20 siglos de historia, se negó a ofrecer. En las cenizas de lo que fueran las enseñanzas del hijo de Dios, (totalmente fuera de contexto según la mirada de esos nuevos sacerdotes) como ya se dijo, los jóvenes teólogos jesuitas hallaron una manera, sediciosa, sublevada o si se quiere y el adjetivo lo permite, subversiva de entender ese mensaje del que el catolicismo oficial se empoderó. Se trataba de un plantón, de un brusco alto en el camino, de repensar el rol social de la iglesia. De proclamar la liberación del yugo opresor de las oligarquías tradicionales, de los viejos cánones eclesiásticos, de repensar la noción de progreso y liberación.

Como ya se insinuó, en los años 60 se sucedieron algunos puntos de encuentro y concordancia de la teología con las ideologías de izquierda y esto sobre todo en América Latina que fue el escenario clave donde se libró esa batalla ideológica y donde hubo clara evidencia de las acciones de esa reflexión teológica liberadora. Al interior, en las bases de la iglesia tras la relevancia que adoptó en el ámbito latinoamericano en su momento y abogando por un papel más activo de la iglesia en el plano social, sin negar cierta afinidad y sintonía con el socialismo marxista; se habla de una división y de la ruptura doble en la praxis y filosofía cristiana, la primera de orden religioso frente al pensamiento teológico tradicional con respecto incluso a las rutinas eclesiales y quizá la más importante, la de orden sociopolítico frente a la hegemonía capitalista imperial en la región.[i] 

Esta postura y reflexión frente a la teología de la liberación adquirió sus bases filosóficas y teológicas en buena parte debido al aporte intelectual y la participación activa de los jesuitas, aunque encontró sustento también en otros actores no ya solamente teólogos que cooperaron con su enfoque a las corrientes de la iglesia, el siguiente cuadro a continuación tomado de la investigación del Dr. Tahar ilustra los principales actores en la teología de la liberación y sus respectivas órdenes para darnos una idea de lo plural de la condición de la reflexión de liberación:


Cuadro 1

Actores principales de la teología de la liberación

Sacerdotes diocesanos* 
Hugo Assmann, José Oscar Beozzo, Ernesto Cardenal, Joseph Comblin, Juan Severino Croatto, 
Segundo Galilea, Lucio Gera, Gustavo Gutiérrez, Ivan Illich, José Marins, Pablo Richard, Sergio Torres, Raúl Vidales. 

Jesuitas 

Gonzalo Arroyo, Víctor Codina, Ignacio MartínBaró, Fernando Cardenal, Ignacio Ellacuría, José González Faus, Rutilio Grande, Joao Batista Libânio, Rolando Muñoz, Alberto Parra, Juan Carlos Scannone, Juan Luis Segundo, Jon Sobrino, Pedro Trigo, Luis del Valle. 

Otras órdenes religiosas 

Clodovis Boff, Leonardo Boff, Miguel Concha, Alejandro Cussianovich, Miguel d’Escoto, Frei Betto, Gilberto da Silva Gorgulho, Diego Irarrázaval, Karl Mesters, Franz Vanderhoff, José María Vigil, Noé Zevallos. 

Laicos católicos 

Enrique Dussel, Paulo Freire, Luis Alberto Gómez de Souza, Franz Hinkelammert, Juan José Tamayo. 


Protestantes 

Rubem Alves, Víctor Araya, José Miguez Bonino, George Pixley, Julio de Santa Ana.

Fuente: Tahar Chaouch, Malik. [ii] 

Los jesuitas, herederos del pesado lastre de su contradictoria naturaleza histórica, remontada, a claros desde la época de la colonia cuando arribaron predicando la sumisión al Dios de los colonizadores, testimonios que bien o mal sobrevivieron acaso el tiempo y ahora reposan en las páginas de las Crónicas de Indias de Fray Bartolomé, por citar alguno sin contar a otros tristemente célebres eclesiales; Aunque con franqueza sorprenden al tomar parte activa en la vanguardia que postularan en la década del sesenta. En un empeño por impulsar desde sus nichos y espacios académicos conocidos en su momento como centros de investigación de acción social (CIAS), éste nuevo sistema de ideas de emancipación, incluso orientan una nueva forma de comprender el sentido de la filosofía socio-pastoral local y el carácter misionero de las mismas para dar un respaldo político, intelectual y espiritual a los pobres. 

Los jesuitas considerados precursores de la teología de la liberación entendidos en dos aspectos importantes que aportaron cimientos y legitimidad como en la integración de la reflexión teórica llevada al campo de la acción colectiva y la de vincular la fe y la teología a las ciencias humanas. “La influencia religiosa se concretó en algunos de los principales rasgos de la teología de la liberación. Entre ellos, se cuentan el espíritu misionero, el giro pastoral de la reflexión teológica sobre el terreno de la acción social y política, el vanguardismo intelectual y la voluntad de actualización filosófica y científica del pensamiento cristiano, así como sus proyecciones en el espacio transnacional”.[iii]

En el caso colombiano específicamente, uno de los países “más católicos” del continente, la acogida y tal vez el radicalismo de algunos convencidos de la reflexión teológica sorprende (y a excepción del caso chileno una década más tarde) no muestra precedentes similares en Latinoamérica, como tal sea el caso de Camilo Torres Restrepo, un joven sacerdote bogotano nacido al amparo de una influyente familia de la sociedad bogotana de entonces, quien sacrificó su corta vida al tomar los caminos de la lucha armada cuando entendió no sin cierta rabia y desventura que no habían espacios democráticos, ni de inclusión para los pobres en las lógicas de las formas de gobierno de la política tradicional, aportó, desarrolló y fue principal exponente hasta los límites de las consecuencia la teoría de la dependencia entendida como la necesidad vital del desprendimiento estructural frente a la dominación interna y externa de factores religiosos, políticos y económicos en América Latina puntualizando el caso colombiano (Tahar-2007). 

En un gesto congruente, loable pero con cierto margen para la discusión, muy consecuente afrontó la idea y la praxis, y que hago paréntesis para resaltar justamente cómo P. Berryman define la noción de liberación. La liberación es a la vez anterior al trabajo pastoral y al resultado del trabajo pastoral. Es tanto teoría para la praxis como teoría de la praxis. (Berryman-1987) Torres se sacrificó en el nombre de los otros, los sin voz, muy seguramente guardando la esperanza de una conquista política y social para los que a sus ojos de buen cristiano fueran los menos favorecidos, algunos radicalizados luego de su muerte lo siguieron, y el manoseado discurso de la liberación nacional retumba mal hasta hoy día. No obstante Torres murió para convertirse en un hito y símbolo de la eterna dialéctica entre justicia social y opresión oligárquica.

Una vez que llegó a la conclusión de que la política convencional, con sus partidos controlados por la oligarquía, no aportaría un cambio significativo, empezó a proponer algo que parecía eminentemente lógico: la formación de un Frente Unido de amplias bases que podría unir a campesinos, trabajadores, habitantes de las barriadas, profesionales y otros, para presionar por un cambio fundamental.[iv]

Otro latinoamericano influyente en el marco de la teología de la liberación fue el filósofo, psicólogo y notable pedagogo brasileño Paulo Reglus Neves Freire más conocido en el ámbito intelectual como Paulo Freire, quien durante fines de la década del cincuenta y principios del sesenta fue decisivo porque lideró importantes actividades con las bases en Brasil y además aportó importantes análisis, métodos de enseñanza y nuevas visiones sobre la inclusión y el acercamiento entre los diferentes actores sociales, bajo el buen amparo del discurso de la conciencia y la concientización “conscientização”, no ya simplemente como un acercamiento a la pobreza desde la lástima o el paternalismo sino desde una perspectiva social piadosa, consecuente, equitativa y consciente de la otredad. Uno de los ejemplos de la disciplina de la concientización fue por ejemplo la guerra frontal contra el analfabetismo del campesinado en Brasil, Chile y otros países del continente, valiéndose de métodos muy hábiles y efectivos de aprendizaje de lectoescritura en pocas semanas con el ánimo de comprometer y vincular al pobre de forma activa en su propio desarrollo.

Sólo tras unos cuarenta y cinco minutos o más de una discusión semejante, la sesión pasaba a la enseñanza de la lectura. Freire y sus compañeros habían detectado y seleccionado varias “palabras generadoras”, palabras que denotaban realidades elementales en la vida de los individuos (p. ej. “mamá”, “papá”, “tierra”, “maíz”, “azadón”), que también poseían materiales lingüísticos elementales (“papá” utiliza solamente dos letras). Aun con sus primeras pocas letras y sílabas, los campesinos pronto estaban construyendo sus propias palabras, más que simplemente recibiéndolas de la instrucción (por ejemplo, cambiando una letra se produce pipa).[v]

El “método Freire” proporcionó un modelo de trabajo en el que los extraños —esto es, gente que no es pobre— pueden acudir a las clases populares en una forma no paternalista. Como método, ha dado a personal de la Iglesia, trabajadores sociales y organizadores un sentido de qué hacer, ya sea directamente en clases de alfabetización o usando el enfoque de concientización, para ayudar a la comunidad a unirse, a articular sus necesidades y organizarse. Pueden ser lo que Antonio Gramsci llama “intelectuales orgánicos”.[vi] 

Sin embargo a pesar de sí misma, la liberación hoy no deja de ser más que una anacronía, en tanto que el contexto social contemporáneo abre a los ojos un cúmulo de inequidades a gran escala, una aldea global cada vez más homogénea que no permite más la renovación de la fe en términos de liberación, porque incluso en términos de poder la iglesia pierde terreno e importancia frente a viejos mecanismos que tomaron mucha fuerza desde el siglo XX hasta ahora como los mass media y por supuesto el dominio absoluto de las economías de mercado en el marco del triunfo total del capitalismo, por lo cual el discurso, la praxis y en general la reflexión teológica de liberación pierde significación y vigencia.

El discurso de la liberación siempre se ocupó de legitimar la figura del pobre como el marginado, el anulado por sí mismo y, puede que tenga razón pero el dulce abrigo de la moral cristiana nunca permitió la ejecución o desprendimiento vital de la cristiandad oficial muy a pesar de que en buena parte dependieron siempre de ella, iniciaron sus reflexiones a partir de ella para justificar su acción. Se asistió en su momento a una cita con la infamia cuando se cerró de plano la discusión cuando el Vaticano adoptó como oficial la visión propuesta en la Carta Ratzinger cuya autoría no se atribuye a nadie más que el entonces protector de la fe en el papado de Juan Pablo  cardenal J. Ratzinger (Ahora ex papa Benedicto XVI) quien a grosso modo elabora algo parecido a un decálogo, farsante en mi opinión que llama a las bases cristianas y a todo sacerdote con ínfulas de revelado a recatarse, a guardar la cómoda impostura de siempre que fielmente mantuvieron por veinte siglos y la cual los hizo poderosos, el cómodo argumento de estar a favor del más fuerte y velar por el statu quo, a guardar los buenos oficios de la doctrina de la fe cristiana, la cita queda para la cuenta del otario.

Es claro que dar la pelea por la legitimidad, progreso y liberación en los círculos populares en una época decisiva, tal vez sea admirable y tal vez, éste haya sido el momento histórico más relevante en la fe cristiana, el más coherente con su génesis en la Roma pre-cristiana y puede ser porque la acercó al nivel de sus más sencillos seguidores pero ¿acaso no pudo ser algo más que eso? la teología de la liberación y sus exponentes se citan con frecuencia ahora como figuras intelectuales importantes, influyentes en las mentes y las facultades de humanidades por toda Latinoamérica. Pero a cincuenta años de ese empeño noble y juvenil vemos con nostalgia, tal vez como lo hiciera ese hipotético Dios que hipotéticamente existe aunque nadie haya visto, su magna mal atribuida obra en una barca a la deriva que zarpó sola no sé hace cuánto tiempo ya hacia la nada y por entre aluviones de incertidumbre y olvido. 



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Imágen: http://somos.vicencianos.org/vicencianos/files/2010/03/MinoMuralSaoFelix.jpg

[i] Tahar Chaouch, Malik. “La Compañía de Jesús y la teología de la liberación: convergencias y divisiones
sociopolíticas del catolicismo contemporáneo en América Latina”. Historia y Grafía, núm. 29, 2007, pp. 95-129
Departamento de Historia Distrito Federal, México.
[ii] Idem.  Pág. 99
[iii] Idem. Pág. 96
[iv] Phillip Berryman. “Teología de la Liberación: Los hechos esenciales en torno al movimiento revolucionario en América Latina y otros lugares”. New York: Pantheon Books, 1987.
[v] Ídem. Pág.27
[vi] Ídem. Pág.27

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